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miércoles, 31 de octubre de 2007

LA VENDEDORA DE PAZ

Los intereses imponen su ley

En la plaza estableció su puesto de venta una mujer, había elegido un rincón tranquilo, algo apartado del resto de los vendedores. Se sentó ante una mesa en la que no se veía nada. La gente pasaba indiferente, en su prisa por comprar lo que atraía su mirada.
Después de largo rato dos niños se acercaron a preguntarle que vendía.
-Vendo paz, respondió la vendedora de hermosa sonrisa.
-Nos gustaría comprarla si no es muy cara, casi no tenemos dinero.
-Vosotros la podéis llevar completamente gratis.
Los niños se fueron con su porción de paz cada uno; se sentían contentos y felices.
Podían vivir y jugar en paz; eso les proporcionaba tanta alegría que se hizo notorio.
Algunos creyeron a los niños y se acercaron a la vendedora para adquirir su porción de paz. Por una pequeña moneda la obtenían. Empezaron a sentirse bien por dentro y a comunicar felicidad a los demás. Todos acudían ya a la mesa de la vendedora. A quienes se le terminaba su parte volvían a por más a todos atendía con su perenne sonrisa.
Los niños vivían felices sin peleas y sin juguetes bélicos, los mayores ya no necesitaban comprar tantas cosas para entretenerse. Pero los demás vendedores y los comerciantes poderosos de la ciudad vieron peligrar sus negocios. Lograron que sus intereses prevalecieran ante las autoridades. Apelaron a que la vendedora no pagaba impuestos y que engañaba a los cándidos con su mercancía inexistente. La vendedora hubo de marcharse de la ciudad. Poco después todos volvieron a sentirse tristes y a mirarse con recelo….

¡Viva el amante de la paz¡

¡Felices los amantes de la paz!
Los que siembran luces y palomas en todos los rincones de este mundo.
Los que cuidan el jardín interior de su propio ser reconciliado.
Los que declaran puertas abiertas y reparten el gesto amistoso, la sonrisa, el abrazo…
Los que tienden puentes de diálogo entre orillas enfrentadas.
Los que hombro con hombro, frenan el avance de las armas y las palabras de guerra.
Los que vivien demostrando que es mayor la fuerza del amor que la del odio…

GLORIA GARCÍA PURRIÑOS