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miércoles, 31 de octubre de 2007

UN MUNDO SIN NIÑOS

La tierra había llegado a estar tan poblada que no había sitio ni alimentos para nuevos seres humanos. Se limitó el nacimiento de niños hasta tal punto que rara era la ciudad que podía contar con juegos, ilusiones y ojos infantiles. Quienes tenían el privilegio de criar a un niño lo guardaban celosamente y lo ocultaban a la envidia de los demás. La gente disponía sólo de sucedáneos mecánicos y el pálido reflejo de viejas filmaciones.
El mundo alcanzaba masivamente una tercera edad, prolongada a voluntad, pero escasa de satisfacciones. Muchos recordaban que debían hacerse niños para entrar en el Reino de los Cielos, según estaba escrito en los libros santos. Perdían la esperanza, al carecer de modelos o puntos de referencia; su tristeza se hacía intensa y destructiva.
Acudieron a un hombre con experiencia exponiendo cómo podrían ellos hacerse niños, habiendo olvidado cómo eran los niños; como podrían ponerse en camino a la Vida, siendo imposible recuperar la inocencia infantil tan lejana.
Nadie está más cerca que el niño del Reino de los Cielos. Pero no es sólo por su inocencia, sino porque se sitúan espontáneamente en su pequeñez y mantienen intacta su capacidad de asombro para abrirse al infinito; su corazón limpio y no contaminado, es el lugar que Dios más ama.




¡VIVA EL LIMPIO DE CORAZÓN!
¡Felices los limpios de corazón!....
+ Los que ofrecen su mirada como ventanal abierto por el que se asoma entera el alma.
+ Los que acunan por dentro al niño sin malicia que todos fuimos y podemos seguir siendo
+ Los que asean, cada amanecer, su corazón para tenerlo dispuesto a la entrega generosa

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GLORIA GARCÍA PURRIÑOS